Carrera de antisocial
El agresor de una joven ecuatoriana en los Ferrocarrils acaba en prisión 7 años después
J. G. ALBALAT / V. V. LLAMAS / BARCELONA / STA. COLOMA DE CERVELLÓ
VIERNES, 7 DE MARZO DEL 2014
Fue el 7 de octubre del 2007. La cámara instalada en un vagón deFerrocarrils de la Generalitat grabó una secuencia en la que una adolescente ecuatoriana recibía una lluvia de insultos, golpes y patadas. Las imágenes fueron reproducidas hasta el hartazgo en las televisiones de España (y del resto de Europa y de América). «Zorra, inmigrante de mierda, puta inmigrante... Aquí vienes a zorrear». Con estos improperios acompañaba la violencia física el agresor: Sergi Xavier Martín Martínez. Una jueza le condenó a ocho meses de prisión y una multa de 360 euros. Después se le suspendió la ejecución de la condena a cambio de participar en un programa formativo para reeducar conductas violentas y en otro deinserción laboral, así como de trabajos en beneficio de la comunidad y el pago de una indemnización. Pero no ha cumplido. Siete años después, Martín ha tenido que ingresar en prisión por orden judicial. Desde el martes pasado duerme en la cárcelModelo de Barcelona.
«No tengo nada contra los moros ni contra los negros. Se me fue la olla. Al ver la imagen no podía creer que fuera yo». «A la que pegaría es a mi madre por abandonarme. Se me quedó grabado cuando, a los tres años, mi abuela la llamaba y ella no aparecía». «Esta vida da asco. Dejé de trabajar hace un año porque aquello no era vida. Se está muy bien sin hacer nada». Estas son declaraciones realizadas por Martín pocos días después de ser detenido en el 2007 y salir en libertad. Tenía 21 años. Pese a estar en el punto de mira de toda la sociedad y de la petición de prisión provisional de la fiscalía, entonces solo se le impusieron medidas de control como presentarse cada 15 días en el juzgado, comparecer dos veces al día ante la policía local de Santa Coloma de Cervelló, donde residía, y la prohibición de ir a otras localidades que no fueran la suya y Sant Boi de Llobregat.
De la soberbia a la aflicción
Martín era soberbio y desdeñoso ante las cámaras. Más modoso estuvo el 19 de febrero del 2009 en el juicio que se celebró contra él. Se presentó amilanado y compungido. «Ese día no era yo. Me doy asco», declaró. La fiscalía reclamó tres años de prisión, pero la jueza le impuso ocho meses, una multa y el pago a la víctima de 6.000 euros de indemnización.
Años después, en el 2011, se le sustituyó la pena de prisión por las citadas medidas alternativas. Sin embargo, no cumplió nada de lo que se había estipulado. Para no asistir a los cursos llegó a decir que tenía que cuidar a su abuela. Al final, las excusas no sirvieron. En septiembre del 2013, el juez encargado de ejecutar la sentencia le revocó los beneficios por los «repetidos y reiterados»incumplimientos. Y por más razones: se había detectado en una entrevista una «falta de asunción de responsabilidad respecto de los hechos».
Para colmo, el 8 de junio del 2013 un juzgado de Sant Boi había prohibido a Martín acercarse a su abuela, con quien convivía, tras descubrir claros indicios de la comisión de un delito de coacciones contra la misma. «Se puede hablar de una falta de voluntad de cumplir con las referidas condiciones», expresaba el juez en el auto que revocaba los beneficios y acordaba que el agresor ingresara en prisión en cinco días.
El informe
El abogado de Martín, César Sanz, ha intentando evitar la entrada del condenado en prisión, pero no lo ha conseguido. Ha llegado hasta la Audiencia de Barcelona, que el pasado 14 de febrero desestimó el recurso que presentó contra el auto de revocación de beneficios. El letrado esgrimió la compleja personalidad de su cliente y una pericial forense que destaca que el agresor tiene «rasgos deinestabilidad emocional, hipersensibilidad, falta de empatía y reducida tolerancia a la frustración, alta impulsividad» y «actitudes hostiles e irascibles» compatibles con «un trastorno de la personalidad» de caracter antisocial.
En Santa Coloma de Cervelló, más concretamente en la Colonia Güell, donde Martín ha residido con su abuela, ahora hospitalizada por una operación, algunos vecinos muestran cierta compresión hacia él. Otros, no. «Es cierto que el chaval hace trastadas, que se ha equivocado algunas veces, pero no es mala persona. No hay que olvidar que ha tenido una vida complicada», afirma María. «El padre es conductor de autobús y no quiere saber nada de él desde hace un montón. La madre le abandonó al poco de nacer. La abuela ha tenido que hacer de madre y padre demasiados años», continúa. Hace un año que no lo ve.
Rosa (nombre ficticio) dice: «Siempre ha sido un chaval problemático. A mi me destrozó el coche. Cuando no trabajaba, siempre tiraba de la abuela, que ya no podía más. Parece ser que también la cascaba. Lleva más de un año fuera de aquí».
Para Pedro (otro nombre ficticio) «es un chaval con buen fondo». «Pero le afectó mucho la separación de sus padres -añade-. Nos sorprendió mucho la agresión del tren. Yo fui uno de los que le echaron la bronca. Él reconoció su error. Estaba arrepentido. Su acción pudo deberse a las influencias de las amistades que tenía en aquella época. Ha tenido una vida muy difícil. Le apoyamos entre todo el pueblo, cada uno a su manera».
Tras agotar las vías legales, Martín se presentó en la Modelo el pasado martes para cumplir la pena de ocho meses de prisión por la agresión a la adolescente ecuatoriana. ¿Qué será de su vida después de su permanencia entre rejas? Es una incógnita.
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