La ocupación: guerra y resistencia en Irak
Iraq se desangra a 4 años de la invasión
Patrick Cockburn
The Independent/La Jornada
Cuatro años después de que tropas estadunidenses y británicas invadieron Irak, el país está empapado en sangre y sus pobladores mueren de miedo. A menudo los iraquíes muestran una mirada de pánico suprimido a medias cuando relatan la forma en que la muerte violenta los ha golpeado una y otra vez a ellos y sus familias.
"El año pasado tuve dos huidas", relató este fin de semana Kassim Naji Salaman, fornido chofer de carrotanque de gasolina, afuera del poblado de Khanaqin, en el centro del país. "Mi familia y yo vivíamos en Bagdad, pero salimos corriendo cuando mataron a mi tío y a mi primo, y nos mudamos a una casa del pueblo de Kanna, en Diyala."
Salaman esperaba que él y su familia, todos sunitas, estarían más seguros en un distrito sunita. Pero casi todo Irak es peligroso. "Unos milicianos secuestraron a mi hermano Natik, que manejaba un carrotanque, y lo obligaron a meterse en la cajuela del auto que llevaban. Cuando lo sacaron le dieron un tiro en la cabeza y dejaron su cuerpo en el camino. Tengo miedo de regresar a Kanaan, donde mis familiares están refugiados, porque los milicianos me matarían también."
Los iraquíes esperaban que su vida mejorara cuando estadunidenses y británicos invadieron el país con intención de derrocar a Saddam Hussein, hace exactamente cuatro años. Estaban divididos en cuanto a si se trataba de una liberación o de una ocupación, pero casi ninguno luchó en 2003 por el viejo régimen. Hasta la propia comunidad sunita de Hussein reconocía el daño que causó a su pueblo durante un cuarto de siglo de guerra caliente y fría. Redujo el nivel de vida de iraquíes propietarios de vastas reservas de petróleo, desde una norma comparable a la de Grecia hasta una semejante a la de Malí.
Pero tan pronto cayó Hussein, los iraquíes tuvieron la certeza de que se trataba de una ocupación y no de una liberación. El ejército y los servicios de seguridad se disolvieron. Irak dejó de existir como Estado independiente. "Los estadunidenses quieren clientes, no aliados", lamentó un disidente iraquí que cabildeó durante años en Londres y Washington en pro de la invasión.
La guerra de guerrillas contra las fuerzas estadunidenses surgió con extraordinaria velocidad y fiereza en la comunidad sunita, integrada por 5 millones de personas. Hacia el verano de 2003, siempre que iba yo al escenario de un ataque con bomba o una emboscada a soldados invasores, encontraba iraquíes bailando de júbilo alrededor de los charcos de sangre en el camino o sobre los vehículos Humvee incinerados.
Para los iraquíes, de 2003 en adelante cada año ha sido peor que el anterior. Tan sólo en noviembre y diciembre del año pasado fueron asesinados unos 5 mil civiles, a menudo por tortura, según la ONU. Esta cifra se puede comparar con los 3 mil muertos en los 30 años del conflicto en Irlanda del Norte. Muchos iraquíes han votado con los pies; unos 2 millones han huido -la mayoría hacia Siria y Jordania- desde que el presidente George W. Bush y el primer ministro Tony Blair enviaron tropas estadunidenses y británicas a Irak, hoy hace cuatro años.
Tan peligroso es viajar en cualquier lugar de Irak fuera del Kurdistán, que los periodistas tienen dificultades para reunir pruebas de la carnicería que se desarrolla en la nación sin exponerse a morir ellos mismos. Durante mucho tiempo, Blair y Bush han dado a entender que la violencia se limita al centro de Irak.
Esta mentira debió quedar demostrada para siempre en el informe Baker-Hamilton, escrito por importantes legisladores republicanos y demócratas, el cual examinó un día del verano pasado en el que los militares estadunidenses anunciaron que hubo 93 ataques y se descubrió que la cifra real era de mil 100. En otras palabras, la violencia se había subestimado por un factor de 10.
Diyala es una de las provincias más violentas en Irak. En otros tiempos era de las más ricas, con huertos opimos que florecían en las riberas del río Diyala, que se une al Tigris en el sur de Bagdad. Pero su geografía sectaria es letal: su población es una mezcla de sunitas y chiítas con una pequeña minoría kurda. Durante al menos dos años se ha visto convulsionada por una violencia cada vez más intensa.
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